La Magia del Bosque

Me sentía dolida, llena de ira porque me obligasen a hacer cosas que no quería, así que pensé en desafiarlo todo, buscar un refugio que me aislase del mundo.

Rodeé el tronco de un árbol, pasando los dedos sobre su corteza mientras su tacto rugoso hacía que la piel se me erizase. Me aferré a la primera rama, impulsando todo mi peso hacia ella hasta que mis pies comenzaron a escalar el tronco, subiéndome más y más hacia el cielo. El viento comenzó a susurrar entre las hojas, rodeándome con una cascada de miles de luces verdes. Jugó con mi pelo, lo convirtió en una cascada ondulante que me hipnotizó por completo. Y cuando alcé la mirada hacia las nubes, me quedé paralizada por la magia que se mostraba ante mis ojos. Las hojas me protegían de la mirada del mundo, proporcionándome el mejor lugar para contemplar las praderas verdes que se extendía ante mis ojos, sucediéndose unas tras otras hasta que las figuras de las montañas cortaron su alcance, irguiendo la tierra hacia el cielo. Las nubes ocultaban el espectáculo que las aves contemplaban sobre ellas, haciendo que desease subir más y más por aquel árbol milenario, por el Señor del Bosque. El cielo azul eclipsaba el verde que me rodeaba, el universo que los árboles custodiaban bajo la protección de sus raíces, por donde la magia que subía hasta el cielo pasaba bajo mis dedos, en contacto con el canal que usaban para después fundirse con el infinito azul. Alcancé la cúpula arbórea con una sonrisa en la cara, riendo cada vez que el viento portaba hacia mi una brisa que jugueteaba con mi cabello e hipnotizada cuando vi, por primera vez, la Magia del Bosque.